domingo, 2 de enero de 2011

DIOS HIJO: LA MANIFESTACION DE UN AMOR INCONDICIONAL


JESUS FUE EL DIOS QUE SE HIZO HUMANO, VINO A ESTA TIERRA A VIVIR COMO NOSOTROS Y UNIRNOS CON DIOS PADRE MEDIANTE LA OBEDIENCIA INCONDICIONAL HACIA SU LEY INMUTBLE, QUE IMPRESIONANTE PARA LA RAZA HUMANA SABER QUE UN DIOS VINO A MORIR POR TI Y POR MI, Y TODO LO HIZO POR AMOR HACIA SUS CRIATURAS. ¡CUANTO MAS NOSOTROS QUE NOS HACEMOS LLAMAR CRISTIANOS DEBIERAMOS MOSTRAR UN AMOR INCONDICIONAL HACIA NUESTROS SEMEJANTES!. Daniel Mora


"NUESTRA ESPERANZA DE SALVACIÓN se centra únicamente en Cristo. El apelativo por el cual es conocido, Hijo de Dios, refleja su lugar en el plan de salvación, un papel establecido antes de que el mundo fuera creado. Nació en este planeta en forma humana (Heb. 1: 5, 6). Antes de su encarnación, existía como Dios en el sentido más completo y elevado desde la eternidad. Él es Dios en naturaleza, poder y autoridad (Juan 1: 1, 2; 17: 5, 24; Fil, 2: 6).

Cristo es el Creador de todas las cosas (Juan 1: 3; Col. 1: 16, 17; Heb. 1: 2). Después de que Adán y Eva pecaron, Cristo mantuvo estrecho y continuo contacto con el mundo. Era el miembro de la Deidad que se despojaría a sí mismo, seria “hecho semejante a los hombres” y se haría “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2: 7,8). Por medio de él se revela el carácter de Dios a la humanidad caída, se consuma su salvación y el mundo es juzgado (Juan 5: 25-29).

Dios verdadero y eterno, Cristo se hizo real y completamente humano. Siglos antes de que viniera al mundo, los profetas predijeron su nacimiento virginal y el lugar en que’ nacería: Belén (Isa. 7: 14; Miq. 5: 2). Concebido por el Espíritu Santo y nacido de una virgen, María, creció en Nazaret, una aldea montañosa de Galilea. Durante su vida en la tierra Jesús experimentó la tentación, como ser humano, pero nunca pecó, ejemplificando así de forma inmejorable la justicia y el amor de Dios, y presentándonos el modelo perfecto para que lo imitemos (Heb, 2: 1648; 1 Ped. 2: 21, 22).

Cristo vivió humilde y generosamente. Como niño, adolescente y joven, ayudó en la carpintería de Nazaret. Siempre fue tierno y cariñoso, interesándose siempre por los de más. A la edad de treinta años (Luc. 3: 23) fue bautizado por Juan el Bautista (por inmersión) en el río Jordán (Mat. 3: 13-17). No fue bautizado con el fin de purificarse del pe cado, puesto que nunca había pecado, sino para “cumplir toda justicia” (vers. 15). Por el bautismo, se identificó con los pecadores, dando los pasos que nosotros tenemos que dar y haciendo lo que nosotros debemos hacer.

Cuando Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre él en forma visible, forma de paloma, y la voz de Dios desde el cielo anuncié: “Es te es mi Hijo Amado en quien tengo complacencia” (vers. 17). Después de este acontecimiento, Jesús pasó alrededor de tres años en un ministerio de amor y altruismo, procurando dar el mensaje evangélico al rico y al pobre, al judío y al gentil.

Sus enseñanzas eran inigualables en su sencillez, atractivo y poder para cambiar los corazones y las vidas. Aun los guardias enviados para arrestarlo en un momento de su ministerio no pudieron, porque el poder y la sensatez de sus enseñanzas los conmovió. Cuando se les preguntó por qué no lo habían apresado, no pudieron responder más que: “Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre” (Juan 7: 46).

Antes de la fundación del mundo, la Deidad había preparado un plan para hacer frente a la contingencia de que surgiera el pecado en la tierra (Efe. 1: 4). Por medio de la muerte de Cristo, todos los que lo aceptaran se convertirían en hijos e hijas de Dios y serían herederos de la vida eterna (Juan 3: 16; l Juan 5: 11, 12).

Cuando Jesús estuvo preparado para comenzar su ministerio, Juan el Bautista lo señaló como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1: 29). Concluyó su ministerio abnegado con el máximo sacrificio: entregar su vida para proporcionar a los seres humanos la posibilidad de escapar del pecado y sus consecuencias.

Jesús sufrió y murió voluntariamente en la cruz del Calvario por nuestros pecados y en nuestro lugar. Pero ni la muerte ni la tumba pudieron retener al Creador. Fue levantado de los muertos y ascendió al cielo después de aparecer varias veces a sus discípulos y comisionarlos para que llevaran adelante la obra del evangelio que el había comenzado durante su breve ministerio.

Cuando ascendió, no abandonó ni olvidó a su pueblo que está en la tierra, sino que inició un nuevo ministerio de intercesión y preparación de su pueblo para que ocupe un lugar en el reino que piensa restaurar en este mundo.

Pronto Cristo vendrá nuevamente en las nubes de gloria, con sus santos ángeles, para la liberación final de su pueblo y la restauración de todo lo que se había perdido a causa del pecado.

El corazón de la Biblia es Jesucristo. Él es el centro de todos los puntos de fe de los adventistas del séptimo día. “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hech. 17: 28). Es nuestro amor a Cristo lo que nos mueve a obedecer sus mandamientos, seguir su ejemplo y rendirle nuestras vidas, de modo que pueda morar en nosotros por el Espíritu Santo."

Tomado de la Revista Vida Adventista en la Division Interamericana



"JESUS DIO SU VIDA PARA REDIMIRNOS DEL PECADO, SUFRIO POR NOSOTROS, Y FUE HERIDO "por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados." Isa. 53: 5. POR SU MUERTE NOSOTROS TENEMOS VIDA, PUES ENTONCES SI EL DIO SU VIDA POR NOSOTROS. ¿QUE ESPERAMOS PARA ENTREGARLE NUESTRA VIDA?." Daniel Mora

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