domingo, 2 de enero de 2011

CREADOS A SU IMAGEN




































"DIOS SUSTENTA A SU CREACION, LA CUIDA Y LA AMA, PERO EN ESPECIAL NO NOS OBSERVA COMO OBJETOS SIMPLES, SINO QUE NOS TRATA COMO SUS HIJOS, DANDOLE A CADA SER HUMANO UN AMOR DE PADRE, CUIDANDO Y VELANDO POR SU BIENESTAR." Daniel Mora


POR LA FE COMPRENDEMOS que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Heb. 11: 3). Puesto que es imposible demostrar científicamente cómo y cuándo se originó la tierra, es “por la fe” que discernimos la mano de Dios en la creación.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1: 1), y reveló en las Escrituras el informe auténtico de su actividad creadora. La declaración bíblica de que “la tierra estaba desordenada y vacía” (vers. 2) cuando Dios la creó nos lleva a aceptar que él dio origen a todo ser viviente que hay en la tierra y al medio ambiente que lo sustenta, durante seis días literales consecutivos de creación (Éxo. 20: 11).


El registro bíblico establece que los hechos de la creación ocurrieron en algún momento hace algunos milenios, y no decenas de miles o millones de años atrás.

La Biblia no solo señala a Dios como el Creador de todas las cosas, sino que también revela su continuo compromiso con su creación en este planeta, especialmente con los seres humanos, El propósito de Dios de establecer y mantener un contacto personal con su creación se expone claramente en el registro mismo, en la relación inicial del Señor con los seres humanos y en su trato paciente con ellos desde la caída.

La Biblia relaciona la creación directamente con el séptimo día, el sábado, que fue instituido por Dios mismo como un monumento conmemorativo de la creación al final de esta semana literal (Gén. 2: 1-3), La fiel observancia del sábado es una orden divina para recordar este hecho y a su Autor.

Dios creó a Adán y a Eva a su propia imagen, con la capacidad de disfrutar del compañerismo con él. Cuando la obediencia y la lealtad que le corresponden fueron cedidas a Satanás en el Edén, la armoniosa relación entre Dios y los seres humanos se quebrantó. La entrada original del pecado, con sus resultados degenerativos sobre la humanidad (Rom. 5:12, 17, 19), tuvo consecuencias desastrosas en toda la creación terrenal de Dios. Aunque el diseño, el orden y la belleza en la naturaleza aún dan testimonio de una mano amante, el maligno se ha entrometido para pervertir y degradar la creación, que una vez fue hermosa y perfecta. Desde entonces, los efectos del pecado lo manchan todo. De ahí que únicamente a través de una revelación especial puedan los seres humanos, con la ayuda del Espíritu Santo, interpretar correctamente el mensaje de la naturaleza en relación con el origen de nuestro mundo y el carácter de su Hacedor.


A pesar de los intentos realizados para armonizar el registro de la creación del Génesis con la creencia en largas eras durante las cuales se había desarrollado progresivamente la vida, únicamente la aceptación del primer capítulo del Génesis como bosquejo de lo que realmente sucedió durante los seis días de veinticuatro horas cada uno, puede concordar con todo el relato bíblico.

En la creación del mundo, Dios no dependió de ninguna materia preexistente. “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Sal. 33: 6). ‘Por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Heb. 11: 3). El desarrollo de la física nuclear ha hecho posible comprender hasta cierto punto cómo el poder de Dios pudo transformarse en materia para traer al mundo a la existencia.

La tierra es una porción diminuta de la creación de Dios. “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles” (Col. 1: 16).


El autor de Hebreos afirma que el “hizo el universo” (Heb. 1: 2). No se menciona específicamente en las escrituras si esos otros mundos están habitados, pero esta implícito en la reunión de los “hijos de Dios” de Job capitulo 1, y en el concepto bíblico de la vindicación del gobierno y la justicia de Dios ante el universo en. El juicio (Daniel 7). Es difícil creer que el nuestro sea el único planeta habitado en el gran universo de Dios.

El primer hombre, Adán, y la primera mujer, Eva, fueron hechos a la imagen de Dios, como la obra cumbre de la creación (Gén. 1: 26). Se les dio dominio sobre el mundo y se les encargó la responsabilidad de cuidarlo (vers. 27-30). Cuando esta obra estuvo concluida, el Señor declaró que era “buena en gran manera” (vers. 31).

El significado de la vida, el propósito de la existencia humana, así como el objetivo final de un mundo restaurado a su belleza original, se pueden entender en la medida en que nos son comunicados por nuestro bondadoso Hacedor, que colocó a nuestros primeros padres en un mundo perfecto. Si no fuera por la creación, si este mundo no fuera más que el producto del ciego azar, si no hubiera Dios Creador, no podría haber ley, orden y armonía en el universo.

Una de las evidencias más poderosas para aceptar que hay un Autor de todo son las leyes que los científicos han descubierto, que rigen el universo, y la tremenda complejidad de la vida misma. La lógica y la razón rechazan la posibilidad de que un organismo tan complejo como el cuerpo humano, con su extenso número de sistemas y funciones intrincadamente relacionados, haya podido surgir por la acción de la mera casualidad. A pesar de que la teoría de la evolución, que sostiene que toda forma compleja de vida se ha desarrollado a partir de células vivas simples, es aceptada casi universalmente en la actualidad, no ha sido ni puede ser demostrada o establecida científicamente.

Pero aún más significativo es el principio de amor y benevolencia contenido en la historia de la creación especial: el Dios de amor, que no solo creó sino también sostiene todo permanentemente (Col. 1: 17; Heb. 1: 3). Cristo, el Creador, que hizo el mundo por su palabra (Juan 1: 1-3, 14), demostró su amor por este mundo no solo en la creación original sino también a estar dispuesto a morir por cada uno de nosotros (Juan 3: 16), de modo que este mundo pudiera ser recreado y restaurado a la perfección que existía antes de que el pecado dañara la obra de la creación (Apoc. 21, 22)

Tomado de la Revista Vida Adventista en la Division Interamericana

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